Seleccion de Patriotas

martes, 21 de octubre de 2014

El "Belgrano" de Halperín Donghi

Por Pacho O’Donnell  Los méritos de Halperín Donghi son indiscutibles y lo hacen digno de todo respeto. Puede aceptarse que es “ el mejor”, como dice la nota del último NOTICIAS, si se tiene en cuenta la corriente historiográfica liberal iniciada por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.
Es en cambio insostenible dicha afirmación en el campo del revisionismo histórico nacional, popular y federalista iluminado por grandes referentes como, entre otros, José María Rosa, del peronismo, o Abelardo Ramos, de la izquierda nacional.
Luego de una vida dedicada a denostar a la corriente revisionista en artículos y libros, uno de estos titulado “El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”, Halperín parece haberse decidido a sus 92 años a paladear el fruto prohibido y a “revisar” la memoria de uno de nuestros próceres máximos, Manuel Belgrano. Pero entra por la puerta equivocada porque su libro está vertebrado por la ya perimida concepción de “humanizar a los próceres” por medio de anécdotas conocidas, como la burla de Dorrego, e inferencias audaces sin abordar las circunstancias sociales y políticas de la época lo que condena al texto a una cadena de subjetividades,  preconceptos y psicologismos sin sustancia que contribuyen a una lectura algo farragosa pues su autor no logra despojarse de su impronta academicista que suma siete páginas de citas en letra pequeña al final del libro.
Lo que más impresiona es el tono del texto, entre la burla y la impiedad insólitas, que adjudica al prócer aventurados defectos como la egolatría, la irresponsabilidad intelectual, la ausencia de sentido común, hasta el extremo de aprobar la incisiva síntesis de la entrevistadora: Belgrano habría sido “un niño rico con pocas luces”. Un Belgrano que, de acuerdo con una psicología de poco vuelo, nunca se sentía más contento que cuando hacía algo que merecía la aprobación de sus padres. Su relación de apego con Mariano Moreno habría sido un síntoma de esta fijación parental.
La historia oficial, de cuyas manifestaciones actuales Halperín es su indiscutible orientador, “lee” desde la perspectiva de los privilegiados, mientras el revisionismo nacional, popular, federal e iberoamericano lo hace desde los intereses de las mayorías. Si no se acepta esta premisa, investigaciones, exposiciones y publicaciones historiográficas no hacen más que avalar la ideología liberal, porteñista, antipopular y antiprovincial de los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX, instituida como pensamiento único en programas escolares y universitarios, en canciones y fechas patrias, en la denominación de calles, avenidas y parques.
 Esta bizquera ideológica hace que quede soslayado en este libro el compromiso de Belgrano con los desposeídos como es evidente en su propuesta de escuelas para pobres, también la inclusión de mujeres y de afrodescendientes en las aulas, lo que lo erige como el pionero de la educación popular entre nosotros. Puede decirse que don Manuel fue lo más avanzado en ideales progresistas que se podía ser en su época. Allí está el “éxodo jujeño” que lo ubica como líder de una amplia movilización popular, la primera pueblada rural de nuestra historia. Otra evidencia de su sensibilidad popular es la donación de su cuantioso premio por la victoria en Salta para la fundación de cuatro escuelas en las zonas más pobres, también porque “nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos, que el dinero o las riquezas”. Dicta para dichas escuelas un admirable reglamento que debería colgar en todos nuestros establecimientos educativos. El forzado encono del autor contra su biografiado es evidente cuando al referirse en página 100 al humanitario articulo que establece que en el caso de algún alumno “que se manifieste incorregible” debía ser “despedido secretamente de la escuela” deduce que se debe al “temor, habitual en Belgrano, de que las escuelas por él fundadas fueran blanco de la maledicencia de los malvados”.
He aquí el enigma que Halperín se propone desentrañar y que da título al libro: “¿Cómo  alguien tan imperfecto, tan privado de virtudes, pueda ser tan bien considerado por las distintas versiones de la historia argentina?”, sin advertir que la respuesta está en la aproximación prejuiciosa a su biografiado.
Así el autor usa el sarcasmo para señalar el supuesto fracaso de las admirables  propuestas de Belgrano para los pueblos originarios misioneros durante la campaña del Paraguay, aunque reconoce que “ese inventario de reformas deseables no es extravagante, como suele ser habitual en él” (pág. 92). ¿Cuáles son esas iniciativas? La eliminación del tributo y demás impuestos por diez años, la habilitación de los  naturales para todos los empleos civiles, militares y eclesiásticos hasta entonces reservados para los españoles y algunos criollos, la obligación de los yerbateros de pagar a los naturales conchabados para la cosecha, etc.
Pero el autor, implacable, suma el fracaso del efecto inmediato de dichas propuestas de don Manuel “a los desengaños que se acumulan en su camino”. Entre ellos, la difícil y tortuosa marcha de la revolución independentista, “no puedo pasar por alto las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se manejó nuestra Revolución”, escribe Belgrano con una conmovedora decepción y agrega “¡Ah, qué buenos augurios! Casi se me hace increíble nuestro estado actual”.                                                                                                                                                                     Pero Halperín pone su interés en anécdotas intrascendentes como la de su confusión con los hornos de Rumford (pág. 80) o la sugerencia a su padre de sembrar arroz (pág.70) lo que lo autoriza de acusar a Belgrano de carecer de sentido común.
La propuesta de don Manuel para Mayo, luego de haber apoyado el libre comercio como una forma de debilitar al poder virreynal, es fortalecer al Estado por medio del proteccionismo y el control de las variables económicas, como puede leerse en sus admirables escritos, sobre todo los referidos a la economía en los que ensaya una postura alternativa al libre comercio basada en la producción nacional protegida, la incautación de la riqueza privada, la incipiente industrialización de materias primas, la creación de una flota mercante propia, la sustitución de importaciones, tema árido para un historiador liberal señero como Halperín, lo que quizás nos apunta a una de las claves de su malhumor ante su biografiado.
Rescato del libro de Halperín el haber puesto sobre la mesa de debates a Manuel Belgrano. No concuerdo en que el revisionismo no se haya ocupado de él, varios autores lo han hecho y yo también a lo largo de mi veintena de libros de tema histórico, ya desde el primero, “El grito sagrado”, dedicado a la campaña belgraniana del Noroeste. Dicho equívoco se comprende porque en la bibliografía de “El enigma de Belgrano” no hay ningún autor revisionista.

jueves, 9 de octubre de 2014

Conferencia sobre Corrientes Historiográficas

Colegio de Abogados de Gral. San Martín, 8 de Octubre de 2014.  Arturo Jauretche sostuvo “La falsificación de la historia ha perseguido, la finalidad de impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional... Ha habido una sistematización sin contradicciones, perfectamente dirigida... que no puede explicarse por la simple coincidencia de historiadores y difusores... No se trata de un problema de historiografía, sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia... Y esa política de la historia falsificada  es y fue la política de la antinación, de la negación de ser y de las posibilidades propias”






martes, 15 de julio de 2014

Corrientes Historiográficas Argentinas

El día Sábado 12 de julio se realizó en el Museo Juan Manuel de Rosas una conferencia sobre las distintas corrientes Historiográficas, características y momentos de desarrollo y esplendor.  Destacando la importancia del Revisionismo en su tarea de "revisar" la Historia Argentina y analizarla con "ojos Argentinos".  El compañero Julio R. Otaño fue responsable del mismo.


Alberto González Arzac

Por José Luis Muñoz Azpiri (h)

“¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
Y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué Maestre de esforzados
Y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracias para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los sujetos,
Y a los bravos y dañosos
Un león!

“Los libros de Alberto González Arzac son una fiesta para el espíritu y para la inteligencia: resultan de una trayectoria política intachable; de una defensa permanente de los intereses nacionales y populares; del análisis riguroso de temas fundamentales; y se concretan en lúcidos trabajos de doctrina e investigación, expresados en muy buena prosa. Por eso no solo ilustran, sino que da gusto leerlos y además no envejecen. (…) Resulta notorio el contraste con las decenas de libros de chismes políticos que se publican, cuyo nivel de abstracción más alto es la anécdota. Alberto González Arzac está en la línea y la estirpe de los juristas e historiadores argentinos ilustres, defensores de las conquistas y las instituciones inherentes a una Nación libre, justa y soberana, como Arturo Sampay, Pedro Ramella, Diego Luis Molinari y José María Rosa. este libro es una prueba más” escribió no hace mucho Alfredo Eric Calcagno al referirse a “Constitución y factores de poder”, uno de los últimos libros de la prolífica y fecunda obra intelectual de nuestro Alberto.
Conocí a Alberto González Arzac a mediados de la década de los ochenta cuando de a poco nos reponíamos del desastre del Malvinas y de la primera derrota electoral del Peronismo. Eran tiempos de febril actividad política signada por un marco internacional adverso y por la agitación interna que produjo el juzgamiento de las Juntas militares de la última dictadura. En 1983 habíamos fundado el “Centro de Estudios Políticos” presidido por un gran amigo: Fermín Chávez y solíamos reunirnos en los tradicionales “pucheros” del legendario “Círculo del Plata” que dirigía su fundador, don Marcelo Sánchez Sorondo. Todo el Parnaso político disertó en la casona de la calle Bolívar 887, con la más absoluta libertad, aún representado expresiones políticas no muy afines con las que compartía la mayoría de los asistentes. Alberto fue siempre, cuando asistía, una de la figuras descollantes.
Jurista e historiador, había nacido en la ciudad de Mar del Plata el 27 de enero de 1937 dado que su padre fue un alto oficial de la Marina de Guerra. Nació y creció en la plaza pública, al decir de Avellaneda, como aquellos hijos de Amílcar o de Asdrúbal “que nacían en los campamentos de la travesía sobre los escudos de armas de Cartago” Su vocación fue la vida pública.
Hizo sus estudios primarios en el barrio de Núñez de Buenos Aires y continuó cursando en el Colegio Nacional y en la Universidad de La Plata, para recibirse de Doctor de Ciencias Jurídicas y Sociales de La Plata. en la década de 1950 militó en la juventud radical platense y, en la década siguiente, trasbordó al peronismo. González Arzac fue uno de los pocos ejemplos de los que se hicieron justicialista “en las malas”, no como algunos patéticos ejemplos que hemos visto en los últimos tiempos. En 1956 tuvo que ver lo la creación del gremio de Empleados Judiciales; realizó cursos de especialización y escribió sus primeros trabajos jurídicos y sociales. En 1962 el Consejo Federal de Inversiones le editó un libro sobre la Zona Latinoamericana de Libre Comercio. Por esa época comenzó su reivindicación de la Constitución de 1949, con textos en revistas como Todo es Historia y Polémica. Uno de sus últimos aportes a dicho tema apareció en Desmemoria ( enero-abril 2000), titulado “Los Figuerola y la Constitución”. Entre sus libros se destacan: La Constitución de 1949 (1971); La esclavitud en la Argentina (1973); Lineamientos Regionales del Plan Trienal (1973); El papelón de Manuel Quintana (1974); Sampay y la constitución del futuro (1982); La torta Menguante (1982); Federalismo y Justicialismo (1984); Caudillos y Constituciones (1994); Pablo Ramella, un jurista en el Parlamento (1999); De Angelis y las Malvinas (2008); El pensamiento filosófico de Pedro de Angelis (2008); El pensamiento constitucional de San Martín (2008); La época de Rosas (2012) Constitución y factores de poder (2012) y otros.  Ocupó funcionas tales como Secretario General de la Gobernación de Buenos Aires (1962-63), Asimismo del Consejo federal de Inversiones (1973-1976), e Inspector General de Justicia de la Nación (1989-90). En 1990 denunció airadamente las privatizaciones de Entel y Aerolíneas Argentinas y renunció a su cargo: Tuvo cátedras en las Universidades de Buenos Aires, de Lomas de Zamora y en la John F. Kennedy.
Una faceta menos conocida fue su actuación como ARGA, seudónimo humorístico y caricaturesco que Alberto Ricardo González Arzac usó para realizar dibujos y tiras cómicas en la prensa militante desde más de medio siglo atrás dado que había estudiado dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Las bellas artes también fueron objeto de sus inclinaciones, caracterizadas por el cultivo de las manifestaciones artísticas en todas sus expresiones. Prueba de ello, su magnífica creación coral de la “Cantata Sudamericana” que recorrió el país y parte de Hispanoamérica. Esas mismas iniciales utilizó en colaboraciones humorísticas de la revista “Quehacer Nacional”, dirigida por Arturo Peña Lillo, en la década del 80; allí incursionó en la sátira a través de “cartas abiertas” que cuestionaron duramente al último proceso militar. Otro tanto realizó en su libro “La torta Menguante”, en tiras económicas del diario “La Voz”, artículos en la revista “Línea” y otros de su actuación periodístico. Con el seudónimo ARGA fue publicando sendos trabajos sobre la caricatura en la época de Rivadavia y de Rosas y un “Manual sobre Zoología Presidencial. Durante todo el año 2006, recordando el bicentenario de la Reconquista, la revista ABC publicó “Aventuras de corsarios en Buenos Aires” y en el 2011, “Historieta de los golpes de Estado”.
Una de sus últimas iniciativas fue la realización de las jornadas “Aportes del Revisionismo a la Historia Nacional” realizada en los meses de julio y agosto del año pasado en la Biblioteca Nacional. En las mismas, lamentablemente, no pudo participar dado que ya su salud había entrado en declive. Llegado el momento de la vida en el cual podía acogerse a los beneficios de la tranquilidad y las afabilidades del retiro, no trepidó en aceptar el desafío de representar al Estado como Síndico ante Papel Prensa y asumir como Presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” dependiente del actual Ministerio de Cultura de la Nación.
“Era siempre impetuoso y había aprendido además a contenerse. Creía en las fuerzas populares y respetaba los grandes intereses sociales. Era audaz ante el peligro como en los días primeros de su juventud pero sabía agregar a la audacia la firmeza en los mismos propósitos” dijo el presidente Avellaneda en las exequias de Adolfo Alsina. Así de consecuente fue este militante, consciente que estas nuevas responsabilidades significaban - tanto en el plano físico como en el simbólico - una inmolación.  González Arzac fue siempre un político. Hoy “los políticos” no están de moda, tal vez por su mediocridad; pero no exageremos, despreciando al rudo jardinero que remueve abajo para que florezca arriba. Alberto González Arzac tuvo la ventaja de estudiar primero en la vida que en los libros. Es peligroso concluir la formación mental antes de vivir, en vez de un hombre resulta un sonámbulo de biblioteca.
Tal vez fincó su eficacia en estar en constante evolución, desprovisto de sistemas, pero siempre encuadrado en el campo nacional. Así, libre de ataduras, se entregó a su gran instinto, sin tomar  a la realidad del país como conejo de experimentación de sus ideologías. Enardecía a sus auditorios con sus nobles pasiones, pero sabía y podía contenerlas.
El mismo día de su deceso fuimos sorprendidos  con el nombramiento estrambótico de un funcionario a quien - si bien no ponemos en duda sus méritos académicos - por trayectoria política y por definición ideológica, no consideramos la persona más idónea para representar un “Pensamiento Nacional” del cual adjuró apenas aceptó el nombramiento. Y esto es tan solo la continuación de la propuesta de escribas de menor cuantía, que proclaman “traicionar” el pensamiento de los Grandes Maestros en una Ordalía o acto propiciatorio de tal manera “superarlos y entrar en la modernidad”. También podríamos demoler los monumentos a los héroes de la independencia para solicitar nuestro ingreso a la Unión Europea.
Ahora descubrimos que los que fatigaron despachos en las administraciones de turno, para encontrar lugar entre los portadores de la litera del cónsul o magistrado del momento, son fiscales de la historia y de la Patria. Pero no con el desinterés de un Cincinato sino con la avidez de un cortesano. Incluso, los miembros del “Instituto” que presidía tan dignamente, algunos de trayectorias guadalosas e inquietantes, fueron incapaces de enviar una corona de flores a su funeral y solo días después de su muerte publicaron una mención en el obituario de los diarios. Cuando depositamos sus restos en la bóveda familiar en la ciudad de La Plata, tan solo dos de los integrantes del mismo - quienes fuimos sus más fieles colaboradores - acompañamos a su “hijo adoptivo”, Facundo Biagosch, en el último adiós.
Esta es la moneda con que pagan las almas impuras y los espíritus mezquinos. Alberto tenía ese magnetismo poderoso que orienta todas las agujas hacia el mismo norte, que en el fondo debe ser una acumulación de vida ultrapotente. Me lo imagino interrogando “¿Qué les pasa?”, agregando la palabra viril y argentina con la que los capitanes de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires y los defensores de la Vuelta de Obligado llevaban sus soldados  a la muerte. Merecía el entierro de un César y aún espera a su Marco Antonio.
Quisiera tomar como propias las palabras de Octavio Amadeo al despedirse de Adolfo Alsina, otro arquetipo al que nos gustaba remontarnos: “Su muerte fue como el hundimiento en el mar de un buque insignia; poco después las aguas se aquietaron sobre lo irreparable, para probar una vez más cuán efímeros pasan los hombres por la vida”
El 5 de junio de 2014 llevamos su silencio al sonar de las campanas.
Buen viaje, amigo.


José Luis Muñoz Azpiri (h)

martes, 17 de junio de 2014

Combate de San Lorenzo

por Luis Maggi

      El Combate de San Lorenzo tuvo lugar el 3 de febrero de 1813, en la localidad homónima de la provincia de Santa Fe (Argentina), entre las fuerzas independentistas argentinas y las colonialistas españolas (realistas).
     La ciudad de Montevideo declarada por España capital provisional del Virreinato del Río de la Plata, era la principal base naval española en el Atlántico Sur; por tierra estaba sitiada por el ejército de José Rondeau, al que luego se sumaría José Gervasio Artigas. Los españoles tenían  la salida al mar y al Río de la Plata para abastecerse. Una escuadrilla realista salía de Montevideo en dirección al Paraná, y sus hombres merodeaban las costas robando los ganados.
       Una expedición compuesta de once embarcaciones, que había salido de Montevideo a fines de 1812, con el propósito indicado, fue seguida paralelamente por tierra por el coronel de caballería José de San Martín, al frente de 125 hombres de su Regimiento de Granaderos a Caballo, recientemente creado.
      Las fuerzas de San Martín se adelantaron, deteniéndose cerca de la posta de San Lorenzo, situada 26 kms al norte del Rosario. En ese lugar estaba el convento de San Carlos, donde — tras negociar la situación con el superior de los frailes franciscanos del convento, Fray Pedro García — San Martín ocultó a sus granaderos, de modo que la escuadrilla realista no pudo observarlos.
       Los españoles desembarcaron, subieron las barrancas y avanzaron hacia el convento, suponiendo que allí estaban depositados los principales bienes de la zona. Para sorpresa de los realistas, mientras aún estaba desembarcando y organizando la defensa en tierra,  fueron atacados por los granaderos a caballo sable en mano. Las tropas argentinas  realizaron un movimiento de pinzas que salían de la parte trasera del convento, la izquierda y la primera en moverse estaba encabezada por José de San Martín; la derecha, estaba encabezada por el Capitán Bermúdez.
        El desembarco no se produjo enfrente del convento, como había previsto San Martín, sino en dirección al centro de la actual ciudad. La columna de San Martín llegó antes que la de Bermúdez pudiera completar el movimiento. Por un momento, los españoles lograron defenderse: una bala hirió al caballo de San Martín, que rodó y apretó una de las piernas del coronel, inmovilizándolo. Un enemigo iba a clavarle la bayoneta, pero en el preciso instante se interpuso el Sargento Juan Bautista Cabral, quien salvó a San Martín de la muerte en combate.
       La llegada del grupo de Bermúdez, completó la victoria de San Martín, impidió que los realistas se reorganizaran  los obligó a huir apresuradamente. Algunos se arrojaron al río desde la barranca y perecieron ahogados. El combate duró 15 minutos aproximadamente. 
       El histórico combate constituyó el bautismo de fuego del Regimiento de Granaderos a Caballo y el único que desarrolló este regimiento en territorio argentino.
       El triunfo de las tropas criollas en esta batalla, tuvo consecuencias estratégicas determinantes, puesto que no hubo más campañas de los realistas de Montevideo hacia el Río Paraná, y aquella ciudad sitiada comenzó con los problemas de abastecimiento, lo que produjo su caída en manos de las tropas de Buenos Aires.
       San Martín al grito de: “Viva la Patria y ataque”, con su cabalgadura y sable en mano, se expuso al fuego enemigo a tal punto que en el combate casi perdió la vida. Este hecho, muestra que en esa época muchos de los oficiales principales encabezaban los combates para dar el ejemplo a sus subordinados; el otro motivo fue disipar las sospechas sobre la fidelidad de San Martín a su Patria, por su formación militar en España,  por acento peninsular, algunos sospechaban que fuera un agente realista. 
       Parte de notificación del combate 
      El Parte, o Carta del combate de San Lorenzo, suscripto por el coronel José de San Martín al superior gobierno decía:
"Exmo Señor. Tengo el honor de decir a V. E. que en el día 3 de febrero los Granaderos de mi mando en su primer ensayo han agregado un nuevo triunfo á las armas de la Patria. Los enemigos en número de 250 hombres desembarcaron a las 5 y media de la mañana en el puerto de San Lorenzo, y se dirigieron sin oposición al Convento San Carlos conforme al plan que tenían meditado en dos divisiones de a 60 hombres cada una, los ataques por derecha e izquierda, hicieron no obstante una esforzada resistencia sostenida por los fuegos de los buques, pero no capaz de contener el intrépido arrojo con que los granaderos cargaron sobre ellos sable en mano: al punto se replegaron en fuga a las bajadas y barrancas, dejando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros de ellos, 12 heridos sin incluir los que se desplomaron, y llevaron consigo, que por los regueros de sangre, que se ven en las barrancas considero mayor número. Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de V. E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipolito Bouchard. De nuestra parte se han perdido 26 hombres, 6 muertos, y los demás heridos, de este número son: el capitán D. Justo Bermúdez, y el teniente Manuel Díaz Velez, que avanzándose con energía hasta el borde de la barranca cayó este recomendable oficial en manos del enemigo.
      El valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores a los respetos de la Patria, y atenciones de V. E.; cuento entre estos al esforzado y benemérito párroco Dr. Julián Navarro, que se presentó con valor animando con su voz, y suministrando los auxilios espirituales en el campo de batalla: igualmente lo han contraído los oficiales voluntarios D. Vicente Mármol, y D. Julián Corvera, que á la par de los míos permanecieron con denuedo en todos los peligros. Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del Paraná, si la proximidad de las bajadas no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a pronosticar sin temor que este escarmiento será un principio para que los enemigos no vuelvan a inquietar a estos pacíficos moradores.
Dios guarde a V. E. muchos años. San Lorenzo febrero 3 de 1813. Coronel José de San Martín". 
       Varios nombres y lugares, evocan este combate: 1º. El Monasterio de San Carlos, frente al campo de combate en la localidad de San Lorenzo, Provincia de Santa Fe. 2º. La  localidad del Gran  Rosario: Puerto General San Martín por el victorioso General Libertador jefe de aquella Batalla.3º. La localidad de Fray Luis Beltrán, por el  fraile del monasterio, que auxilió a los heridos del combate y luego fue uno de los jefes de arsenales y logística de las campañas sanmartinianas. 4º. La localidad de Capitán Bermúdez por un capitán del Regimiento de Granaderos. 5º. La localidad de Granadero Baigorria por un soldado de Granaderos. 6º.La localidad de Sargento Cabral, 60 kms. al Sur Oeste de Rosario,  por el soldado correntino que ofrendó su vida  y salvó la de San Martín. 7º. Una calle de Rosario se llama Bajada Sargento Cabral, cercana al Monumento a la Bandera, por el sargento Juan Bautista Cabral. 8º. La amplia  Avenida San Martín, atraviesa la Ciudad de Rosario de Norte a Sur hasta el Arroyo Saladillo..
        El Convento de San Carlos Borromeo, que puede visitarse,  conserva los restos mortales de los combatientes muertos en una urna. Funciona un Museo Histórico sobre el combate, con la celda ocupada por el General San Martín. En el exterior y frente a él, está el Monumento conmemorativo del combate, y el Campo de la Gloria[. ]Detrás del Convento, vive aún un viejo pino, bajo el cual San Martín redactó el parte de guerra referente al combate al Combate de San Lorenzo librado el 3 de Febrero de 1813. 
Las  Bajas patriotas.
GRANADERO
PADRES
EST.
ORIGEN
Juan Bautista Cabral
Francisco y Carmen Robledo
soltero
Saladas (Ctes.)
Feliciano Sylvas
Francisco Antonio y Florencia Navarro
Soltero
Corrientes
Ramón Saavedra
José Lorenzo y María Juana Díaz
casado
Stgo. del Estero
Blas Vargas
Martín y María de los Santos
soltero
La Rioja
Domingo Soriano Gurel
Juan Gil y Justa Herrera
soltero
Ciudad de la Rioja
José Márquez
Agustín y Juana Méndez
soltero
Córdoba
José Manuel Díaz
Juan Antonio y María Barroso
soltero
Tulumba (Cba.)
Juan Mateo Gelvez
Luís y Francisca Viezma
soltero
Cañada de Escobar (Bs. As.)
Juanario Luna
Crespín y Mónica Mayo
soltero
Renca de la Pta. De San Luís
Basilio Bustos
Granadero Lorenzo y Luisa Rodríguez
soltero
Renca de la Pta. De San Luís
José Gregorio Franco Fredes
Eduardo Franco y María L. Fredes
soltero
Partido de Renca de San Luís
Cabo Ramón Amador
Ramón y Francisco Sosa y Cabral
soltero
Montevideo (Uruguay)
Capitán Justo G. Bermúdez

casado
Montevideo (Uruguay)
Fallecido 14-2-1813
Julián Alzogaray
Vicente y Josefa Coria
soltero
Quillota  (Chile)
Sargento Domingo Porteau
Bernardo y Catalina Geseau
soltero
Saint Gaudens (Francia)
Teniente Manuel Díaz Vélez

casado
Buenos Aires. Fallecido y sepultado en Buenos Aires
         Cuarenta fueron las bajas producidas entre las tropas realistas, en tanto que las filas patriotas tuvieron catorce y fueron: Juanario Luna, José Gregorio y Basilio Bustos, de San Luis. Juan Bautista Cabral y Feliciano Silva, de Corrientes. Ramón Saavedra y Blas Vargas, de Santiago del Estero. Ramón Amador y Domingo Soriano, de La Rioja. José Márquez y José Manuel Díaz, de Córdoba. José Mateo Jelvez, de Buenos Aires. Domingo Pourteu, de los Pirineos en España. Julián Alzogaray, de Chile
        El Capitán Justo Germán Bermúdez, nacido en Montevideo,  falleció14 días después, en una sala del Convento de San Lorenzo, a consecuencia de las heridas recibidas en combate.
       
                La Marcha de San Lorenzo.- Letra: Carlos Javier Benielli; música:  Cayetano Alberto Silva
Febo asoma; ya sus rayos
iluminan el histórico convento;
tras los muros, sordos ruidos
oír se dejan de corceles y de acero.
Son las huestes que prepara
San Martín para luchar en San Lorenzo;
el clarín estridente sonó
y a la voz del gran jefe
a la carga ordenó.
Avanza el enemigo
a paso redoblado,
al viento desplegado
su rojo pabellón (bis).
Y nuestros granaderos,
aliados de la gloria,
inscriben en la historia
su página mejor (bis).
Cabral, soldado heroico,
cubriéndose de gloria,
cual precio a la victoria,
su vida rinde, haciéndose inmortal.
Y allí salvó su arrojo,
la libertad naciente
de medio continente.
¡Honor, honor al gran Cabral! (bis)

Manuel Belgrano

Por Salvador Ferla

BELGRANO

El día de la muerte de San Martín es el día de la muerte de San Martín, no "el día de la cordillera". El día de la muerte de belgrano es el día de la bandera. El acto de independencia cumplido por Belgrano en las barrancas del Paraná es, quizás -no estoy seguro- su momento más glorioso. Pero sucede que la bandera lo tapa, esconde su rica personalidad así como la vigorosa personalidad de Domingo French está oculta tras una decoración de escarapelas y cintitas.

  Creación de la Bandera Argentina a orillas del Paraná (no es fiel, hay mucho de "Billiken" en esto).

Belgrano es un tipo de mala suerte histórica. En Vilcapugio y Ayohuma perdió su chance de "héroe militar". Y en Buenos Aires, el Buenos Aires de las intrigas y los misterios políticos, cedió su puesto de primera figura en beneficio del doctor Moreno, indiscutiblemente inferior a él. Su defensa del norte argentino, del que llegó a ser un verdadero experto, su decisión de no retroceder más abajo de Tucumán; su limpia y ardiente pasión política valen más que la bandera, pues se trata de realidades. No obstante no es el "numen" de mayo, y si no se le ocurre crear la bandera estaría al nível de Ortiz de Ocampo o de Rondeau, lo cual sería absurdo.
Abogado, economista, funcionario público, periodista y militar. Como militar fue, a pesar de sus derrotas, el mejor de todos los que actuaron en su tiempo excepto San Martín. Y en nadie se encarna la revolución porteña con más amplitud y autenticidad. Con república con monarquía, con la Carlota o con un rebuscado Inca, Belgrano piensa en la independencia argentina y trabaja por ella. Se siente dueño y responsable de la revolución. Por eso no va al norte simplemente a ganar batallas sino a cumplir un plan político, a remediar los efectos desastrosos del morenismo aplicado por su primo Castelli...

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.

En el seno de la Junta adhirió a las ideas terroristas de Moreno. Pero Belgrano, este desconcertante Belgrano de la voz afeminada y unas agallas enormes, tenía entre sus muchas virtudes, la de una gran capacidad de aprendizaje. Cuando sale a campaña al frente de su ejército, al Paraguay primero, al Alto Perú después, el señorito porteño del círculo de los ilustrados va conociendo el país, comprendiéndolo y amándolo.

El "señorito porteño" Manuel Belgrano.

Pero no fue un líder nacional, requisito "sine qua non" del "padre de la patria". Necesitaba más ambición y menos subordinación a la élite de la que provenía. Le faltaba la simpatía y el dinamismo de Dorrego para convertir sus nobles ideales humanistas en una auténtica y sentida relación con el pueblo. No tuvo tiempo de eliminar totalmente el prejuicio ideológico que señalaba a España y al Interior como zonas de barbarie. En definitiva, siendo el único astro surgido de la revolución porteña, al igual que Liniers y Saavedra no se animó a cruzar "el Rubicón". Y en vez de bajar a Buenos Aires a tomar un poder mostrenco, vio impotente y angustiado cómo su ejército se desintegraba. Le faltó voluntad de convertirse en caudillo ancional, quizás por ese prejuicio adverso respecto de los caudillos, común en su círculo; y se malogró al fin en sus posibilidades de "padre de la patria", de supremo hacedor político-militar del país naciente. Nuevamente el Río de la Plata se quedó sin caudillo; y Atanasio Duarte, el oficial de Patricios que brindara por "Saavedra emperador", siguió desde el destierro brindando en vano por un caudillo nacional, que era lo que en realidad quería.

lunes, 26 de mayo de 2014

Golpe de Estado de 1955 - Fusilamiento de Juan José Valle

Por el Dr. Carlos Alberto De Santis)
       En el año 1955 los factores de poder mundial, representados por personeros nacionales, derrocaron al gobierno constitucional del Gral. Juan Domingo Perón, terminando un proceso socio político revolucionario que permitió al pueblo obtener en forma real y efectiva sus derechos largamente postergado, basados fundamentalmente en los principios plasmados en la ejemplar constitución dictada en el año 1949.-
            Perón convencido sobre el “derecho de las bestias”,  eligió el tiempo al derramamiento de sangre del pueblo.-
           En septiembre de 1955, asumía una junta militar que había usurpado el poder por la fuerza, pero ello no era suficiente, y para continuar su plan debieron cometer atroces crímenes, en lo económico, legal y humano.-
        La reacción de diversos sectores no se demora, y entre ellos encontramos los levantamientos del mes de  9 de junio de 1956.-
Dicho gobierno de facto establece a las 0:32 del 10 de junio de 1956, la Ley Marcial por el decreto de Aramburu, Rojas, los ministros de Ejército, Arturo Ossorio Arana, de Marina; Teodoro Hartung; de Aeronáutica, Julio César Krause y de Justicia, Laureano Landaburu. Es decir, que para aplicar la ley marcial a los sublevados ésta debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el principio legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después, firman el decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial. La masacre por fusilamiento estaba decidida por el gobierno de Aramburu. Entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo del teniente coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que ejecute, con armas cortas, a 12 civiles, de los cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permite reconstruir la historia.
Lista de los muertos-asesinados-fusilados
En Lanús,  10 de Junio de 1956
• Tte. Coronel José Albino Yrigoyen, • Capitán Jorge Miguel Costales,• Dante Hipólito Lugo, • Clemente Braulio Ros,• Norberto Ros y • Osvaldo Alberto Albedro.
Los basurales de José León Suárez,Fusilados por la espalda:
Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Carlos Alberto Lizaso, Mario Brión y Vicente Damían Rodríguez. Sobrevivientes: Además de Livraga, habían logrado huir 6 civiles más: Horacio Di Chiano, Miguel Angel Giunta, Rogelio Díaz, Norberto Gavino, Julio Troxler y Reinaldo Benavidez.
Muertos por la represión en La Plata 10 de junio de 1956
• Carlos Irigoyen, • Ramón R. Videla y • Rolando Zanetta.
Fusilados en La Plata 11 y 12 de junio de 1956
• Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno,
• Subteniente de Reserva Alberto Abadie
Fusilados en Campo de Mayo 11 de junio de 1956
• Coronel Eduardo Alcibíades Cortines, • Capitán Néstor Dardo Cano, • Coronel Ricardo Salomón Ibazeta, • Capitán Eloy Luis Caro, • Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega y   • Suboficial Néstor Marcelo Videla.-
Asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejercito 11 de junio      • Sub Oficial Principal Ernesto Gareca;  • Sub Oficial Principal Miguel Ángel Paolini; • Cabo Músico José Miguel Rodríguez; y  Sargento Hugo Eladio Quiroga.
Ametrallado en el Automóvil Club Argentino 11 de junio de 1956
(falleció el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández)
• Miguel Ángel Maurino
Fusilados  En la Penitenciaria Nac.  de la Av. Las Heras 11 de junio
• Sargento ayudante Isauro Costa
• Sargento carpintero Luis Pugnetti y
• Sargento músico Luciano Isaías Rojas
Fusilado en la Penitenciaria Nacional de la Av.Las Heras 12 de junio
• Gral. De División Juan José Valle.-
Entre otros encarcelados, torturados y fusilados (ley marcial, Dec. 4161, etc.)
El 12 de junio, a las 22:20, Valle fue fusilado con fusil Máuser 7,65 mm Mod. Arg. 1909, por un pelotón cuyos nombres se clandestinizaron como secreto de Estado.- No hubo orden escrita ni decreto de fusilamiento, ni registro de los responsables.
El saldo de esas 72 horas de junio de 1956 fue trágico y premonitorio: 18 militares y 13 civiles asesinados.-

Los pueblos que olvidan su historia tienen un futuro sin paz y sin gloria.-
Las naciones se edifican sobre las tumbas de sus muertos.-