Por Salvador Ferla
BELGRANO
El
día de la muerte de San Martín es el día de la muerte de San Martín, no
"el día de la cordillera". El día de la muerte de belgrano es el día de
la bandera. El acto de independencia cumplido por Belgrano en las
barrancas del Paraná es, quizás -no estoy seguro- su momento más
glorioso. Pero sucede que la bandera lo tapa, esconde su rica
personalidad así como la vigorosa personalidad de Domingo French está
oculta tras una decoración de escarapelas y cintitas.
Creación de la Bandera Argentina a orillas del Paraná (no es fiel, hay mucho de "Billiken" en esto).
Belgrano
es un tipo de mala suerte histórica. En Vilcapugio y Ayohuma perdió su
chance de "héroe militar". Y en Buenos Aires, el Buenos Aires de las
intrigas y los misterios políticos, cedió su puesto de primera figura en
beneficio del doctor Moreno, indiscutiblemente inferior a él. Su
defensa del norte argentino, del que llegó a ser un verdadero experto,
su decisión de no retroceder más abajo de Tucumán; su limpia y ardiente
pasión política valen más que la bandera, pues se trata de realidades.
No obstante no es el "numen" de mayo, y si no se le ocurre crear la
bandera estaría al nível de Ortiz de Ocampo o de Rondeau, lo cual sería
absurdo.
Abogado,
economista, funcionario público, periodista y militar. Como militar
fue, a pesar de sus derrotas, el mejor de todos los que actuaron en su
tiempo excepto San Martín. Y en nadie se encarna la revolución porteña
con más amplitud y autenticidad. Con república con monarquía, con la
Carlota o con un rebuscado Inca, Belgrano piensa en la independencia
argentina y trabaja por ella. Se siente dueño y responsable de la
revolución. Por eso no va al norte simplemente a ganar batallas sino a
cumplir un plan político, a remediar los efectos desastrosos del
morenismo aplicado por su primo Castelli...
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.
En
el seno de la Junta adhirió a las ideas terroristas de Moreno. Pero
Belgrano, este desconcertante Belgrano de la voz afeminada y unas
agallas enormes, tenía entre sus muchas virtudes, la de una gran
capacidad de aprendizaje. Cuando sale a campaña al frente de su
ejército, al Paraguay primero, al Alto Perú después, el señorito porteño
del círculo de los ilustrados va conociendo el país, comprendiéndolo y
amándolo.
El "señorito porteño" Manuel Belgrano.
Pero
no fue un líder nacional, requisito "sine qua non" del "padre de la
patria". Necesitaba más ambición y menos subordinación a la élite de la
que provenía. Le faltaba la simpatía y el dinamismo de Dorrego para
convertir sus nobles ideales humanistas en una auténtica y sentida
relación con el pueblo. No tuvo tiempo de eliminar totalmente el
prejuicio ideológico que señalaba a España y al Interior como zonas de
barbarie. En definitiva, siendo el único astro surgido de la revolución
porteña, al igual que Liniers y Saavedra no se animó a cruzar "el
Rubicón". Y en vez de bajar a Buenos Aires a tomar un poder mostrenco,
vio impotente y angustiado cómo su ejército se desintegraba. Le faltó
voluntad de convertirse en caudillo ancional, quizás por ese prejuicio
adverso respecto de los caudillos, común en su círculo; y se malogró al
fin en sus posibilidades de "padre de la patria", de supremo hacedor
político-militar del país naciente. Nuevamente el Río de la Plata se
quedó sin caudillo; y Atanasio Duarte, el oficial de Patricios que
brindara por "Saavedra emperador", siguió desde el destierro brindando
en vano por un caudillo nacional, que era lo que en realidad quería.
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