Seleccion de Patriotas

lunes, 14 de noviembre de 2011

El gran Pensador Nacional en su día....

Por Juan Carlos Córica


JauretcheDecir que Arturo Jauretche fue el más grande pensador contemporáneo, puede molestar a quienes su fogosa palabra se lo llevó por delante. Puede, también, tomarse cómo una parcial opinión frente a hombres como Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, Manuel Ortiz Pereyra o, a su manera, el gran Homero Manzi y Discepolín, o Macedonio Fernández.

Son varios, no muchos, pero Arturo fue algo especial. Fue el gran pensador y escritor del pensamiento nacional. No le hizo asco a nada. Aprendió a jugarse ya en el secundario. Peleó en la universidad. En el ’30, calzado con revolver, como funcionario en Mendoza salió a la calle para defender al gobierno de Hipólito Yrigoyen, el Peludo.Peleó en Paso de los Libres en la fallida intentona abortada contra la dictadura militar. Peleó contra la realidad política esquiva, como principal promotor de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Peleó con la palabra en la calle y en el papel. Polemizó como el mejor. Pero sobre todo, prefirió "perder" a caer en la traición a "sus paisanos". Mostrando que le sobraba dignidad y tenía agallas, con más de setenta años, se animó a enfrentarse con un ridículo militar "ofendido" por sus denuncias en un duelo desigual.

Fue capaz de quedar al margen del juego político por sus convicciones y coherencia. Así explicaba que "hasta cuando ataco a un hombre concreto no es que lo malquiera; es que quiero a mis paisanos y por amor a ellos tengo que cumplir esta ingrata labor que me cierra las puertas y me junta enemigos, en un arte como el de la política que consiste en hacer amigos".

Cómo bien señala Norberto Galasso en Las polémicas, "Jauretche influye como pocos en la obra de descolonización. Su pasión argentina, enarbolando certezas incontrovertibles se constituye ‘en un viento que viene a romper’ toda la cristalería tallada durante años y años por los coquetos snobs de la factoría. Los empachados por el liberalismo conservador de las escuelas oficiales, los discípulos de Maurras admiradores del Duce (por derecha), los embalsamados por la lectura de los manuales de la Academia rusa, los ‘inteligentes’ que han gastado años leyendo a Sartre, directamente del francés y los más nuevos empachados de indigestas comilonas de Marcuse, Althuser, Lacan y Barthes (por izquierda), rechazan indignados a este paisano bárbaro, a este impertinente para quien no hay verdades consagradas y toda idea debe" pasar por el cernidor de su fina y profunda racionalidad. 

Los más jóvenes, por más auténticos y menos ‘léidos’, se convencen que "hay que desaprender todo lo malo (lo falaz), para poder recién después empezar a aprender lo bueno (lo veraz)". Jauretche a quién pertenecen estas últimas palabras, enseña que "no hay ‘ideas foráneas’ sino ideas nacidas" de la experiencia e inteligencia de los pueblos, por lo que, las ideas nacidas en cualquier parte del mundo no pueden aplicarse mecánicamente para resolver los problemas argentinos... No se trata de ‘incorporarnos a la civilización’ colonialmente, sino de que ‘la civilización se incorpore a nosotros’ para asimilarla y madurarla con nuestras propias particularidades", según nuestros tiempos y partiendo de nuestra circunstancia.
Puso al descubierto el andamiaje de dominación cultural, usando su sabio análisis y sus metáforas decidoras. Mostró como objetivo estratégico al "neocolonialismo"; como centro operativo a la superestructura cultural; como operadores estratégicos a los miembros del establishment cultural, como operadores funcionales a los "maestros de la juventud", más los "fubistas", el "medio pelo" (las Doña Rosa y los don José), más los medios y sus periodistas cautivos y los "profetas del odio"; y, finalmente, como sistema emisor del mensaje al discurso dominante y las "zonceras de toda laya". Decía de éstas que: Su fuerza no está en el arte de la argumentación. Simplemente excluye la argumentación (o bien la tergiversa) actuando dogmáticamente mediante un axioma (que usa como premisa del argumento) introducido en la inteligencia (del que la escucha), y su eficacia no depende, por lo tanto, de la habilidad en la discusión como de que no haya discusión. porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera, deja de ser zonzo”.
A Jauretche le molestaba esas falsas comparaciones por las que se creía que el europeo era más trabajador que el nativo. Era absurdocomparar al gaucho con el inmigrante… El inmigrante es el más audaz de la aldea y no el más tímido". De lo que deducía que la cuestión no era de origen sino de condición: "los decididos a salir del pueblo tienen las mismas agallas de los que se animaban a venir de Europa". 
Diferencias, no de aptitudes sino de oportunidades. Así explicaba para otro ejemplo que "el inmigrante, como hijo de la sociedad capitalista, está mejor preparado para el comercio y para la competencia que el hijo de una sociedad donde esas formas del comercio y la producción son incipientes... El inmigrante representa un producto de selección, si ésta se hace en razón del individualismo... cada uno es un Colón o un Morgan o un Cortés, pues los que se quedaban allá son los menos individualistas dentro del medio social".
También en el Manual de Zonceras, donde dice, "Todo esto nada tiene que ver con la calidad de superior o inferior de un hombre sobre otro, no es congénito ni racial. Son condiciones culturales que deben crearse siempre en relación al medio y no a contrapelo del mismo. No es cuestión de imitar o de reproducir sino de realizar la técnica adecuándola a la realidad".
Jauretche explicaba que, si el pensador quita la vista del pueblo y de la nación, pierde de vista las necesidades y objetivos de ese pueblo y esa nación. Pierde y deja de tomar en cuenta lo esencial del objeto pensado. Él sabía que del encuentro vital de la voluntad popular (oído en el pueblo), el interés de la nación (oído en la patria organizada) y del signo de los tiempos (oído en la historia situada) emergían los datos básicos sobre los que se debía y podía construir el contenido del pensamiento socio político. Se cansó de explicarle a la intelligentzia vernácula que la realización del interés nacional —articulación de necesidad-objetivo-situación— hacía grande o frustraba a una país. 
Por eso se atrevió a valorar la actitud estadounidense de usar la ideología liberal desde un sentido nacional. Por eso inventó la fábula de los gatos: hay que cocinarlo a la criolla”.
Cómo última puntada. Cómo último botón de la extensa muestra de sabiduría y sentido de la realidad que tenía y ejercía, va un texto donde su lúcida visión ofrecía, para políticos y militantes, criterios básicos para tiempos como los de hoy: "Hay que actuar en dirigente revolucionario y no en dirigente electoral, porque se trata de la disputa del poder. No podemos incurrir en el error de los radicales en 1945... Por cuidar los votos, ellos se quedaron parados y cuando se dieron cuenta, los votos se habían ido. No importa donde están los votos ahora. Importa donde estarán para ejecutar un programa. El que está atento sólo a lo que piensa la gente hoy, se quedará al margen de lo que pensará la gente mañana y aquí está la clave para saber quien es dirigente o no. Además, lo que piensa la gente no está dicho por lo que proclaman en voz alta sino por lo que se dice en voz baja..." (de la carta a Amílcar Vertullo, 03/07/59).
Salute maestro. No sabe cuanto lo extrañamos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Batalla de Apóstoles

Por Carmen Itatí Bonpland


Se denomina Batalla de Apóstoles al enfrentamiento ocurrido el 2 de julio de 1817, en el marco de la Invasión Luso-Brasileña, también conocida como Invasión Portuguesa de 1816, Guerra contra Artigas o Segunda Invasión Portuguesa de 1816. El general portugués Chagas invadió las Misiones Orientales y luego, el territorio que actualmente es la provincia argentina de Misiones, sometiendo y destruyendo varios pueblos misioneros. Posteriormente se dirigió hacia el Cuartel General de Apóstoles, donde fue completamente derrotado por el general Andrés Guazurary.
Antecedentes
En junio de 1817, Andrés Guazurary había establecido su Cuartel General en el pueblo de Apóstoles, meses antes saqueado y destruido por la invasión portuguesa y brasileña dirigida por el comandante Francisco das Chagas Santos. Andrés Guazurarí, conocido por su pueblo como Andresito, comenzó la organización de las fuerzas misioneras con la finalidad de contrarrestar las invasiones de los portugueses. La concentración de las fuerzas misioneras en Apóstoles exacerbó los ánimos del comandante portugués Francisco das Chagas Santos, quien decidió organizar una nueva invasión a Misiones con el objetivo de atacar a los misioneros que se hallaban concentrados en Apóstoles.
A fines del mes de junio del año 1817 una fuerza portuguesa compuesta por 800 hombres pertenecientes al Regimiento de Dragones de Río Pardo y a la Infantería de Santa Catalina, comandados por el Brigadier Francisco das Chagas Santos, el Mayor José María da Gama, el Capitán Alexandre José de Campos y el Alférez Antonio de Souza Coutinho, cruzaron el río Uruguay y se dirigieron hacia Apóstoles. Eran en su mayoría soldados veteranos, gran parte de ellos se habían formado en las guerras napoleónicas de Europa. Ante el avance decidido de los portugueses los gauchos que habitaban las chacras y estancias se fueron replegando junto a sus familias hacia la guarnición de Apóstoles, uniéndose a los guaraníes.
Composición de las Tropas Misioneras
Las tropas de Andresito estaban compuestas por los sobrevivientes de las matanzas realizadas por los portugueses en San Carlos, San José, Concepción, Santo Tomé, La Cruz, Mártires, San Javier, Apóstoles y otras tantas reducciones de Misiones, durante los meses de enero y febrero de 1817. Eran el mismo pueblo, integrado por indios guaraníes y gauchos criollos habitantes de la campaña adyacente a los pueblos.
La Batalla
Al amanecer del día 2 de julio el enemigo se presentó en formación de batalla en las afueras del pueblo, hacia el Este, sobre la margen izquierda del arroyo Cuñamanó, dispuesto a iniciar el ataque. Los misioneros decidieron salir a enfrentarlos enarbolando una bandera roja. El enfrentamiento se produjo a media legua del pueblo. Los gauchos y guaraníes fueron rechazados al no lograr quebrar la línea de artillería de los portugueses y se replegaron hacia el pueblo, fortificándose en los patios de talleres, residencia y en el templo. Entonces los portugueses, a media mañana, comenzaron el asedio del pueblo. Dice textualmente el parte de batalla redactado por el Brigadier Das Chagas Santos:
El escuadrón de la izquierda rompió el fuego tomando los costados del cementerio y la huerta. El de la derecha ganó al galope el portón del segundo patio y por el centro atacó nuestra infantería, que luego tomó la bandera encarnada siendo muerto su portador y atacando a los gauchos, huyeron éstos para la plaza y acosados por nuestra fusilería corrieron por el patio del colegio, cuyo portón cerraron guarneciéndose adentro con sus tiradores; así como por las ventanas de la iglesia de donde nos habían iniciado fuego. Al mismo tiempo, los milicianos de la derecha habían forzado el portón del segundo patio debajo del fuego de los gauchos, que precipitadamente corrieron para el primer patio, en que hubo mucho fuego de ambas partes.
Mientras la batalla se desarrollaba, una torrencial lluvia se abatía sobre el pueblo, lo que tornaba más confusa e indecisa la situación. La batalla llegó a una resolución a las 3 de la tarde, momento en que entró en escena el Comandante Andrés Guazurary al frente de un cuerpo de caballería compuesto por doscientos hombres. Llegaba al galope desde el vecino pueblo de San José con este importante auxilio. Das Chagas intentó detenerlo y mandó al capitán de granaderos José María da Gama junto a 120 hombres para que rechazara a Guazurary a las afueras del pueblo. Los doscientos lanceros guaraníes de Andresito arrollaron en su marcha a la columna portuguesa del capitán da Gama y cayeron violentamente sobre los portugueses que atacaban al pueblo. El combate, en medio de la lluvia y el barro, se volvió terrible. Las cargas de los fusiles estallaron y los choques del acero de las lanzas, los facones y los sables, se mezclaron con sapucays (típico grito de coraje o de alegría originado en la cultura guaraní) de coraje y gritos de dolor. Los lusobrasileños comenzaron a perder terreno, hasta que el mismo brigadier das Chagas fue herido en el hombro derecho. Entonces comenzó la retirada de los invasores, y la implacable persecución de los gauchos y guaraníes misioneros se convirtió en un azote para los portugueses y brasileños hasta que lograron repasar el río Uruguay.
Consecuencias
Al anochecer de aquel 2 de julio la Batalla de Apóstoles concluía con una victoria rotunda de las fuerzas del comandante Andrés Guazurary y sus lugartenientes y subordinados como:Pantaleón Sotelo, Nicolás Aripí, Nicolás Cristaldo, Francisco Javier Sití, Blas Basualdo y el apostoleño capitán Matías Abucú.
La Batalla de Apóstoles no constituyó un hecho aislado. Es un episodio crucial que llena de gloria a las campañas militares del comandante Andresito, desarrolladas en el transcurso de los años 1815 y 1819. Forma junto a la Batallas de Candelaria, San Carlos, Saladas, Lomas de Caa Catí, San José, la pura expresión de la lucha desatada por el pueblo misionero contra la dominación extranjera y la defensa de los principios de la Libertad y la autonomía. Las bajas de las tropas al mando de Andrés Guazurary se calculan en 84 misioneros gauchos y guaraníes.