El revisionismo histórico se ha particularizado en un momento de la historia argentina: el que va del año veinte a Caseros, aunque cada vez se extienda más, hacia atrás y hacia adelante. Su pivote ha sido la discusión de la figura de don Juan Manuel de Rosas y su momento. Explicaremos que no podía ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la falsificación de la historia hubo de hacerse tomándolo como pivote a la inversa. Nada se puede entender sobre esa época ni lo que ocurrió más adelante, sino se trata de entender lo que significó Rosas.
La necesidad de mantener la aduana para conservar el poder unificador que exigía la permanente guerra internacional, como garantía del orden en peligro, es cosa que se olvida. Se le impuso cualquiera fueran sus puntos de vista teóricos. Anótese en cambio la ley de aduanas que significó la defensa de la industria del interior, que reverdeció bajo su influencia, restableciendo el trabajo estable y organizado en las provincias. Se pretende reeditar un viejo argumento falsificador, presentando a Rosas como a un unitario vestido de colorado, para lo que es necesario aceptar que los cándidos federales se engañaban. Por el contrario éstos eran políticos realistas; tal vez para ellos Rosas no fuera lo más federal pero era lo más aproximado a un federal que podía dar Buenos Aires, pues la opción eran los rivadavianos y sus continuadores. Es cierto que un antirrosista, Don Pedro Ferré, intelectualmente era el federal más profundo, pero éste, en los hechos, actuó siempre a favor de los unitarios, y en política son los hechos y no las ideas abstractas, los que valen.
El gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, que había logrado resistir con éxito la invasión anglo francesa, cayó el 3 febrero de 1852 en la batalla de Caseros. El gobernador de Entre Ríos, jefe del ejército de vanguardia que
En 1851 Urquiza llega a la conclusión que, con el apoyo en tropas, armas, dinero y logística del imperio del Brasil, estaría en condiciones de eliminar el principal obstáculo para la “alianza” (léase subordinación) con Inglaterra. Ese obstáculo era Rosas.
Caseros es la victoria de la patria chica, con todo lo que representa desde la desmembración geográfica al sometimiento económico y cultural: la historia oficial ha disminuido su carácter de victoria de un ejército y una política extranjera, la de Brasil. Si para los liberales y unitarios la caída de Rosas y la confederación significaba un cambio institucional y la posibilidad de un nuevo ordenamiento jurídico, para los intereses económicos de Gran Bretaña significó la destrucción de todo freno a su política de libertad de comercio y la creación de las condiciones de producción a que aspiraba. Para Brasil fue cosa fundamental. Derrotado siempre en las batallas navales y terrestres, Brasil tenía conciencia clara de que su marcha hacia el sur y hacia el oeste estaría frenada mientras la política nacional de
Caseros significa así, en el orden político internacional, la consolidación de la disgregación oriental, altoperuana y paraguaya y las manos libres para su expansión para el Brasil, para su expansión definitiva sobre los países hispanoamericanos limítrofes, de los que
Así, la revisión histórica se impone como una exigencia lógica para establecer las bases del razonamiento y del punto de apoyo de nuestras acciones. Sabiendo que Caseros es una victoria brasileña y una derrota argentina,
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