Por Alberto Methol Ferré
Artigas fue el centro de la lucha nacional en el Río, de la Plata en la segunda década del siglo XIX. Baste un hecho elocuente, que relata Zum Felde: en 1883 el senado uruguayo dispuso la erección de una estatua a Artigas y, en lugar de la inscripción proyectada que decía: “La patria agradecida, al fundador de la nacionalidad Oriental del Uruguay", la comisión senatorial estableció en su informe, aprobado por el alto cuerpo: "El general Artigas está reputado como la personalidad política más levantada de nuestro país. Pero la inscripción no armoniza con la tendencia del Prócer a propósito de la Confederación, a favor de la cual luchó hasta que abandonó el suelo de la Patria”. Por lo cual se resolvió inscribir simplemente el nombre de Artigas al frente del monumento.
Con Artigas, el revisionismo histórico argentino rompe con las ataduras parroquiales para tomar una ruta verdaderamente nacional, superando los límites intelectuales de la balcanización. Son, si, varios historiadores argentinos que se aproximan cada vez más a la comprensión de Artigas. Podría citar a Federico Ibarguren, Rodolfo Puigros, Ernesto Palacio y otros. Pero, en honor a la verdad, el que más lejos está llegando es José María Rosa, y es por ello que para mi uruguayo y nacionalista hasta los tuétanos, es honra escribir estas líneas introductorias. Lo que puedo expresar es la seguridad, la confianza, que esta conferencia, este ensayo, de José María Rosa, sea el preanuncio de un gran libro. Sé que ahora el tiempo corre distinto a cuando Mitre quiso – en plena juventud – hacer su primera obra sobre José Artigas y se le quedó en el tintero.
Artigas era materia resistente, y no le sirvió para sus fines. Si Mitre no pudo con Artigas si puede José María Rosa. Y para terminar estas reflexione: ya demasiado largas, quiero dejar expreso mi agradecimiento a la Fundación Raúl Scalabrini Ortiz por haberme brindado su hospitalidad. Y permitirme en cierto modo una reparación. Lo cierto es que Scalabrini Ortiz fue un desconocido en mi patria. Sobre él sólo se escribió su necrológica. Tuvo, empero, una pequeña legión de fíeles, que mucho le deben. Y el signo de mi tierra es que, día a día, la vida luminosa de Scalabrini Ortiz ensanche su memoria. Nosotros también, por Artigas, somos hijos del hombre que esta solo y espera.
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