"Cuando empieza a actuar en el año 52 en Buenos Aires, lo va a seguir esa juventud que ha sido rosista y que se entusiasmará con Mitre". Se pregunta Rosa, ¿qué nacionalidad tiene Mitre? Ha nacido en Buenos Aires, sin duda, pero es hijo de padres montevideanos, venidos a raíz de la invasión y él se siente uruguayo hasta el año 52.
"En todas las cartas que yo conozco de Mitre, él habla de "mi Patria" como la República Oriental, hasta Caseros. Más: en cierto momento integra el Gobierno del Uruguay —cosa que parece nos hemos olvidado—, pues durante el Sitio de Montevideo, en el 45, forma parte de la Asamblea de Notables, que se compone de uruguayos. Y además, defiende Martín García cuando el tratado de Mackau entrega la isla a la Argentina —que habían tomado los franceses y luego transferido a los montevideanos porque los ingleses no querían que hubiera conquistas territoriales—, oportunidad en que Mitre escribe unos versos que "La Nación" olvida, donde dice:
"El pabellón de Austerlitz lucía en Martín García /
y a su lado relucía del Oriente el pabellón, /
y hoy por el suelo se ven, porque el inmundo tirano /
los arrancó con su mano ¡gracias, Sr. de Mackau!".
Nosotros tenemos la desgracia de que nuestros dos Presidentes próceres, uno, Sarmiento, dice que la Patagonia y el Estrecho de Magallanes son chilenos; y el otro, Mitre, dice que Martín García es uruguayo".
A juicio de Rosa el único aporte de Mitre a la Argentina actual es el diario La Nación. "No veo otra cosa". Y agrega: "Mitre para. mí constituye un enigma. «Uno lo analiza como militar y como político y encuentra un hombre que no tiene visión, que no tiene ningún alcance Como militar es algo peor que un mal militar, es un desastre, i Es el único oficial que perdió hasta un desfile! el famoso desfile en la calle Florida que dispuso en "orden oblicuo" y nadie entendió nada... Cuando quiso utilizar el mismo "orden" en la batalla de Cepeda salió derrotado. Porque Mitre es el hombre teórico, de libros, que no ve la realidad. Todas sus campañas son objetables. En la batalla de Pavón donde no diré que triunfa, es la única en que se cree derrotado y se retira...
Y sin embargo lo apoya una cantidad de gente muy capaz y tiene, si no una popularidad mayoritaria en Buenos Aires, al menos un grupo de cierto valor que cree en Mitre —universitarios, intelectuales— cosa que no me la explico. A no ser que el medio intelectual argentino en el año 80 fuera muy bajo; única explicación posible".
¿Tenía Mitre condiciones especiales de caudillo?
"No, responde categóricamente Rosa. No se le puede llamar caudillo porque no es un hombre de pueblo. La condición que tiene Mitre es un gran optimismo; es optimista siempre. Y además es un hombre honesto, aunque en aquella época, (agrega nostálgico nuestro entrevistado) la norma era la honradez. Ese aspecto romántico a lo garibaldino que tenía, lo hacía un poco el ídolo de la juventud, que se dejaba arrastrar algo por el chambergo y la melena, como en el caso de Alfredo Palacios".
"No le veo condiciones porque Mitre es un eterno engañado en política. Lo engañan en la Conciliación del 77, lo engañan en la revolución del 80, lo engañan en el 91 cuando el pacto con Roca. Carece pues de viveza política. Pero debe haber tenido algún carisma ya que hay gente arrastrada por él. Con el tiempo, Mitre se convierte en el patriarca de la calle San Martín. Es un hombre respetado sin enemigos a la puerta; se lo llama «Don Bartolo»"...
—¿Ese carisma sería el optimismo?
—-sí, la honestidad, el optimismo, la vida austera; pero por sobre todo el optimismo: en sus derrotas, Mitre siempre cree que ha triunfado. Únicamente pierde su optimismo en Pavón, que es la única batalla que gana. Después de Cepeda (1859) sale gritando victoria y manda tocar el himno y aunque está derrotado consigue hacer algunos prisioneros urquicistas que al oírlo en la noche se van a su campamento convencidos de que es el campamento de Urquiza.
¿Qué le parece Mitre como historiador?
—En verdad, es el único valor que le reconozco. Es el primero entre nosotros que trae el método histórico, o sea la historia ceñida a documentos, ceñida a la verdad. Especialmente en su libro sobre Belgrano y la independencia argentina en que estudia la época de la emancipación con bastante base documental. Mitre perfecciona progresivamente su método: la primera y la segunda edición de Belgrano son antologías escolares, no hay documentos; pero tal vez porque lo atacaron —entre ellos Vélez Sársfield— preparó ese repertorio impresionante que después fue el Archivo Mitre. Sin embargo le faltan las condiciones esenciales del historiador, es decir, saber distinguir lo importante de lo que no es importante, cosa que le criticaron mucho. Al proceso argentino no lo ve a pesar de tenerlo documentado. Y sobre esto contaría algo muy importante. Mitre fue el iniciador del revisionismo histórico.
—¿Mitre?, exclamamos con asombro.
—Mitre, afirma Rosa. No por que él fuera "revisionista", sino porque el revisionismo histórico es la historia documentada, interpretada con sentido argentino. Uno de los discípulos de Mitre, gran admirador suyo, Adolfo Saldías, le sugiere continuar la historia argentina que terminaba en el año 20 con la muerte de Belgrano. El nuevo libro se iba a llamar "Historia de Rosas y la tiranía argentina". Como Mitre, muy ocupado con los prolegómenos de la revolución del 80 no podía realizar la obra, le encarga a Saldías que le escriba en base de documentos. El joven investigador va a las fuentes y encuentra lo que era Rosas. Termina su libro y lo envía a Mitre diciendo, según suponemos: "Fíjese qué equivocación hemos hecho con Rosas, resulta que Rosas es tan grande como usted". Mitre indignado le contestaba: "¡Cuidado! El método histórico está muy bien, pero no tanto, porque cuando se estudia una tiranía no hay que olvidar los nobles odios"... Ya no es historiador, ya es el político...
—¿A qué se debe esa postura?
—No la atribuyo a mala fe, sino a que Mitre no sabe diferenciar entre historiador y político Y como político es un historiador, como historiador es un político, como militar es un poeta, como poeta es un militar; es una mezcla de muchas cosas...
—¿Hay responsabilidad de Mitre en los orígenes de la guerra del Paraguay?
—La responsabilidad absoluta de su comienzo la tiene Mitre y la conducción fue desastrosa. Nos lleva y nos arrastra a la guerra por palabras, nada más. Es un orador, un hombre de frases, que se embriaga con ellas. No le gusta el Paraguay porque es una dictadura; en cambio Brasil es una democracia coronada... Algunos años después de empezada la guerra, en 1869, hay una famosa polémica entre Juan Carlos Gómez, uruguayo, y Mitre sobre como se inició. Ahí se ve que ninguno de los dos lo sabe. A don Bartolo lo envolvieron políticos de mucha más capacidad que la suya, como era Silva Paranhos —después vizconde de Río Branco— y mi tocayo Octaviano de Almeida Rosa, dos grandes diplomáticos. Mitre en cambio es un tonto de una tontería tremenda. Después de la guerra, Brasil saca todo el provecho posible y se constituye en defensor del Paraguay, de lo que resta de ese país, por supuesto con el tácito visto bueno de Inglaterra a la que no interesa el Paraguay destruido. Brasil hace su tratado por separado apartándose del de la Triple Alianza y entonces sí casi vamos a una guerra, para la cual no estábamos en condiciones. Mitre es enviado por el presidente Sarmiento a Río de Janeiro en el año 72 para solucionar el problema. Allí sufre un verdadero "Curupaytí diplomático". Esa correspondencia de Mitre desde Río de Janeiro demuestra que es completamente ingenuo: está discutiendo con uno de los hombres más capaces del Brasil, José Antonio Pimenta Bueno, marqués de San Vicente, y en sus cartas se ve que Mitre no hace más que "tiradas" en el terreno oratorio para que se lo aplauda.
—¿Qué le parece la actuación de Mitre en el interior del país?
—Su manera de hacer la unión nacional en el 61 después de Pavón me parece nefasta, porque esa unión no se forma por la unión de todas las provincias con Buenos Aires sino mediante el apoderamiento del interior, claro que con la complicidad de Urquiza que está entregando el partido federal —él se queda en Entre Ríos—. Entonces va el ejército de línea y masacra; la idea de acabar con los criollos, los criollos producían caudillos, y viene esa guerra tremenda que es la página más negra de la historia argentina: la ocupación del interior que provocará el levantamiento del Chacho. Todas esas guerras causan hasta 50.000 muertos. Y ¡fíjese qué curiosa es la historia! Mitre pasa por un hombre bondadoso y es bondadoso, no me cabe la menor duda.
—¿Podía hacerse la unión nacional de otra forma?
—Sí, como se había hecho en el 59, Mitre pudo haber seguido la unión del 59, no haber llegado a aporteñar todo el interior. Claro que allí estaba Urquiza y yo no estoy muy de acuerdo con el Pacto de San José de Plores porque Urquiza debió dejar que el partido Federal tomara el gobierno de Buenos Aires donde era mayoría. El mantuvo a los liberales temiendo que viniera un gobernador federal que le hiciera sombra.
La presidencia de Mitre es otro desastre. Después de ella, en la presidencia de Sarmiento, hace la revolución del 74 cuya conducción militar es una calamidad: es la única revolución de toda la historia del ejército que la pierde el ejército frente a milicias. ¡Y esto le ocurre a Mitre! Porque él se levantó con casi todo el ejército, que era mitrista salvo algunas divisiones que quedaron a la expectativa como siempre pasa y después de la derrota de La Verde se pliegan al gobierno.
—¿Qué piensa de la conducción económica de Mitre?
—Nunca entendió de economía según él mismo lo dice.
Casi nos parece innecesario formular al doctor Rosa la última pregunta del cuestionario : ¿Merece Mitre la jerarquía que tiene entre nuestros proceres?
Desgraciadamente, afirma Rosa, es prócer, pero el antiprócer, el hombre que nos ha hecho muchísimo mal porque su actuación, sin querer ser voluntariamente antiargentina, perjudicó al país. Hasta último momento, cuando los Pactos de Mayo con Chile en 1902, demuestra ser un europeizante. Es cierto que estaba muy viejo y no tenía la cabeza bien, pero todo su entourage —La Nación, Emilio Mitre— están con una política que va a ser aplaudida por Roca y Pellegrini: quieren una política de paz que significaba para la Argentina abandonar a Bolivia y al Perú acabando así la política americana. En cambio La Prensa, con Estanislao Zeballos, Roque Sáenz Peña e Indalecio Gómez y muchos más pedían una posición más firme. Desde entonces nuestro país miró definitivamente hacía Europa sin importarle los asuntos americanos.
Yo creo que Mitre no muere por el apoyo del diario La Nación. Pero en realidad no nos ha dejado nada ¿Qué herencia hay de Mitre? No creo que sea una figura para recordar sino como una personalidad menor.
Extraido de un reportaje al genial historiador en la revista "Todo es Historia";
Prof. Julio Otaño
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